La complicidad la noto cada vez que conversamos,
los nervios propios del deseo, del querer,
afloran en cada palabra pronunciada mientras
me cojo el cabello sin siquiera haberlo
planeado como estrategia.
Todo ocurre lentamente hasta que te veo,
por arte de magia los minutos se convierten en segundos
y tu compañia se me hace tan efímera mientras
la rutina envuelve mi corazón hasta verte de nuevo.
Mis manos se pierden en la suavidad de tus cabellos
y de cuando en cuando un abrazo de tu parte
despierta mi inocencia salvaje escondida en lo más profundo,
solo tú sabes que soy así; amo con pasión.
Las manos temblorosas en un instante
se vuelven armoniosas juntas con el paso del tiempo,
disfruto de tu compañía y de tu vida
esa que a me cuentas y confías mientras
te escucho como a nadie,
a nadie, a nadie.
La noche siempre la hemos tenido de fondo
en nuestra historia que apenas comienza,
en el fondo se que ha sido un preámbulo,
un prólogo de lo que vendrá.
Te quiero, sí, lo acepto.
Aún sigo con las notas antes de tu partida,
con la amargura de la despedida
que supe envolverla y tragarla para mis adentros.
El juego de nuestras vidas apenas va por el primer nivel
pero cuanto recuerdo me traen tus besos, esos deseos
y la sensación de que lo nuestro no sería eterno,
al menos, no en ese momento.
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