Solía caminar en paz durante las noches,
recorrer diversos lugares que mientras más vacíos
mayor atracción en mi generaban.
Solía llamar a tu casa y esperar que tu voz contestara,
acomodarme en el piso, en el mueble, en la cama
en cualquier lugar que yo quisiera,
tan solo acomodarme para oír tu voz.
Minutos pasaban, hasta horas permanecíamos
pegados al auricular,
yo te sentía como se siente a un amante,
tan intenso, tan prohibido
y me gustaba, claro que sí
aunque era mejor permanecer en silencio,
siempre preferías el silencio.
Muy pocas veces te tuve de la mano,
era distinto el cariño,
el aprecio que pudimos sentir.
Lo creo mutuo, al menos, eso me decían tus ojos.
Momentos de melancolía me ha dejado tu mutismo
inexplicable la mayor parte del tiempo,
una desazón que se torna constante, insoportable
que esta conmigo desde hace unos años
y me ha cambiado sin haberlo notado.
No sé si seguir esperando, para ser honesta,
no sé por qué te ando buscando.
Tus negaciones son más que obvias,
tu deseo de no querer saber de mi,
me resulta a veces dudoso;
no desapareces del todo, ni rompes nuestro vínculo,
tratas de hacerte el indiferente, de dolerme
y vaya que lo logras...
por qué, tan solo explicame el por qué.
Vuelvo de la calle y me quito el abrigo,
Me echo a la cama con las canciones
que aun me recuerdan tu presencia
y otro cumpleaños que se acerca con tu ausencia.
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